Cuando en alguna ocasión hemos tenido oportunidad de ver algún jardín japonés, bien en directo o en una película, documental, reportaje o fotografía; no nos ha dejado indiferente la belleza y armonía que transmiten.
Posiblemente los jardines, sean una de las riquezas culturales de Japón que atrae cada año a millones de visitantes y turistas, forman parte de la tradición y la arquitectura japonesa y no sólo son importantes en lugares públicos, sino que se integran en las propias casas de los ciudadanos japoneses, aunque sea de reducidas dimensiones y como si de una religión se tratase.
Desde hace trece siglos, la cultura y arte del Japón diseña espacios de meditación en comunión con la naturaleza. Representan el universo, el paisaje mismo del país, consiguiendo una perfecta percepción de la realidad. Esta tradición paisajística se basa en un antiguo escrito del siglo XII, el Sakuteiki, que explica cómo diseñar el jardín sobre el principio del equilibrio inestable, siempre a punto de romperse (al igual que el Ikebana representa el equilibrio entre el Hombre, el Cielo y la Tierra) y cómo distribuir los diferentes elementos para conseguir un espacio que transmita serenidad y represente la belleza propia de la naturaleza.
Chisao Shigemori, prestigioso diseñador de jardines asegura que: "el sintoísmo, el confucionismo y el zen nos enseñan que el hombre no estaría completo sin la naturaleza. Sería como un huérfano si no se sintiera hermano del agua, las plantas o las rocas”.
Un jardín japonés se debe contemplar y admirar, como si observásemos un cuadro, una pintura, dejaremos abierta nuestra mente; es como sumergirse en un sueño en el que las rocas son montañas, donde la grava se modela en forma de ondas provocadas por la caída de una gota imaginaria en un estanque, donde los cerezos en flor rivalizan por ser el más bello y espectacular, donde las cañas de bambú, al moverse, dejan oír la música de sus emociones; esta contemplación nos produce y transmite serenidad, vitalidad, relajación, calma, armonía, equilibrio……
Los elementos característicos que podemos encontrar en un jardín japonés son: rocas y piedras, casas o pabellones de te, islas, estanques con peces de colores, puentes, linternas y farolillos, recipientes de piedra, mobiliario de madera... En cuanto a vegetación, podemos apreciar y distinguir gran variedad de plantas, arboles, flores y arbustos como musgo, bambú, pino negro japonés, cotoneaster, rododendro, azalea, arce japonés, viña ornamental, hosta, helecho, estrelizia, lirio, cerezo, ciruelo, crisantemo, glicinia…...
Se pueden distinguir diferentes tipos de jardines, cada uno tiene su propio fin (observar, meditar, contemplar….), sea cual sea, suelen cumplir las expectativas de los visitantes: jardines de paseo, jardines de aposento, jardines de té, jardines de contemplación.
Los jardines japoneses son obras de arte, visiones idealizadas que expresan la belleza de la naturaleza y valores espirituales, intentando reinterpretar, transformar y abstraer la naturaleza más que copiarla.
Posiblemente los jardines, sean una de las riquezas culturales de Japón que atrae cada año a millones de visitantes y turistas, forman parte de la tradición y la arquitectura japonesa y no sólo son importantes en lugares públicos, sino que se integran en las propias casas de los ciudadanos japoneses, aunque sea de reducidas dimensiones y como si de una religión se tratase.
Desde hace trece siglos, la cultura y arte del Japón diseña espacios de meditación en comunión con la naturaleza. Representan el universo, el paisaje mismo del país, consiguiendo una perfecta percepción de la realidad. Esta tradición paisajística se basa en un antiguo escrito del siglo XII, el Sakuteiki, que explica cómo diseñar el jardín sobre el principio del equilibrio inestable, siempre a punto de romperse (al igual que el Ikebana representa el equilibrio entre el Hombre, el Cielo y la Tierra) y cómo distribuir los diferentes elementos para conseguir un espacio que transmita serenidad y represente la belleza propia de la naturaleza.
Chisao Shigemori, prestigioso diseñador de jardines asegura que: "el sintoísmo, el confucionismo y el zen nos enseñan que el hombre no estaría completo sin la naturaleza. Sería como un huérfano si no se sintiera hermano del agua, las plantas o las rocas”.
Un jardín japonés se debe contemplar y admirar, como si observásemos un cuadro, una pintura, dejaremos abierta nuestra mente; es como sumergirse en un sueño en el que las rocas son montañas, donde la grava se modela en forma de ondas provocadas por la caída de una gota imaginaria en un estanque, donde los cerezos en flor rivalizan por ser el más bello y espectacular, donde las cañas de bambú, al moverse, dejan oír la música de sus emociones; esta contemplación nos produce y transmite serenidad, vitalidad, relajación, calma, armonía, equilibrio……
Los elementos característicos que podemos encontrar en un jardín japonés son: rocas y piedras, casas o pabellones de te, islas, estanques con peces de colores, puentes, linternas y farolillos, recipientes de piedra, mobiliario de madera... En cuanto a vegetación, podemos apreciar y distinguir gran variedad de plantas, arboles, flores y arbustos como musgo, bambú, pino negro japonés, cotoneaster, rododendro, azalea, arce japonés, viña ornamental, hosta, helecho, estrelizia, lirio, cerezo, ciruelo, crisantemo, glicinia…...
Se pueden distinguir diferentes tipos de jardines, cada uno tiene su propio fin (observar, meditar, contemplar….), sea cual sea, suelen cumplir las expectativas de los visitantes: jardines de paseo, jardines de aposento, jardines de té, jardines de contemplación.
Los jardines japoneses son obras de arte, visiones idealizadas que expresan la belleza de la naturaleza y valores espirituales, intentando reinterpretar, transformar y abstraer la naturaleza más que copiarla.
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