martes, 2 de agosto de 2011

"Obon": fiesta y respeto a los ancestros

Ya he comentado en otra ocasión el sumo respeto que tienen y sienten los japoneses por sus ancestros. Dependiendo de las regiones del país, el “obon” se celebra bien a mediados de julio (según calendario lunar) o a mediados de agosto (según calendario solar); así por ejemplo, mientras en Okinawa o en algunas zonas de Tokio, el “obon” se celebra alrededor del 15 de julio; en Kyoto y el resto de Japón sobre el 16 de agosto. El “obon” no es una fiesta nacional japonesa, pero si una de las tradiciones más importantes para los japoneses, una fiesta y periodo para rendir tributo y oración por el eterno descanso de las almas de los difuntos y antepasados, para agradecer por todo lo que hicieron por nosotros. Buscando una similitud con nuestras tradiciones, sería como nuestro día de "Todos los Santos".

Es una tradición que se empezó a celebrar desde principios del s.VII a.c., en la que se dice que los que están en el otro mundo, “vuelven” para reunirse unos días con sus familiares. Los japoneses creen que durante estos días, los espíritus de sus ancestros regresan a sus casas, a sus orígenes para reunirse con sus seres queridos durante esta conmemoración. A pesar del carácter de la tradición, no tiene nada de triste, al contrario, es una buena oportunidad para reunirse toda la familia desde distintas partes del país, es un periodo importante para las familias, porque permite reunirse y reencontrarse. Con tal motivo esta tradición es aprovechada por muchos japoneses para tomarse una semana de vacaciones para reunirse con sus familias y regresar a los lugares de origen.

Durante esos días la gente limpia sus casas, así como las tumbas de sus ancestros, colocan flores y derraman agua sobre ellas en una pequeña ceremonia denominada “haka mairi” y preparan los altares o “butsudan” para agasajar y rendir tributo a los espíritus de sus familias. Muchas familias cuentan con un pequeño “butsudan” en sus casas, sino lo tienen se prepara para esa fecha especial. En el se coloca la imagen de Buda, el emblema o escudo de la familia, los “ihai” unas tablitas rojas escritas con el nombre de cada “ausente” y diversas ofrendas: hojas de árboles secas o colgadas, plantas, flores, velas, un “kamidana” (pequeño santuario sintoísta), manzanas u otras frutas, bambú, incienso, miso, una campana, etc.

Durante el “obon”, el aire en las casas y los cementerios se llenan con el olor de las ofrendas de incienso llamado “osenko” Después que la familia ha visitado el cementerio, para “saludar” a sus antepasados, se coloca ofrendas de comida en el altar de las casas o “butsudan”, como por ejemplo bolas de arroz, arroz crudo, flores de loto, berenjenas, calabacín. En algunos altares aparecen los calabacines y berenjenas con palillos semejando las patas de un caballo y una vaca, respectivamente. Según la creencia, se dice que los antepasados llegaban montados en caballo porque quieren ”verse” cuanto antes con sus familiares, y cuando se van lo hacen montados en una vaca, despacio, como lamentándose tener que despedirse hasta el año siguiente. Otra de las cosas que se dicen es que los espíritus vuelven montados sobre el caballo y los “regalos” los llevan las vacas. Hay que recordar que estamos en presencia de nuestros antepasados así que la familia y los invitados deben de comer y celebrar frente al “butsudan” y no en la cocina o lejos del altar. Así mismo, hay que tratar de recordar la vida y acciones de nuestros antepasados; hay que evitar suspirar, hablar de otras personas o hablar de dinero. Por el contrario, hay que agradecer a nuestros antepasados por todas las bendiciones y protección recibidas.

También durante el “obon” se celebran otras costumbres típicas de esta fiesta, como es el “bon odori”, un baile tradicional japonés. El tipo de danza puede variar según la región. Las mujeres y hombres visten con el “yukata” (kimono de verano) y bailan sobre una tarima, donde se toca la música con los tambores “taikos” y música tradicional. La música es alegre para dar la bienvenida a los ancestros, cualquiera puede participar en la danza, sólo hace falta una sonrisa y mirar como lo hacen los demás, siguiendo sus pasos.

Según la tradición, la luz es el elemento que utilizan para guiar el camino de los espíritus para su seguro regreso a casa. Un elemento fundamental e muy importante, es la colocación bien en los interiores y exteriores de las casas de farolillos o linternas de papel llamadas “chouchin”; en otras regiones de Japón las linternas o “chouchin”, son sustituidas por una antorcha de fuego, normalmente de pino o pequeñas hogueras de hojas de cáñamo. Estas antorchas, hogueras y encendido de las linternas se denominan “mukaebi” (fuego de bienvenida o saludo). En algunos cementerios de Japón se encienden velas dentro de las lámparas de piedra que hay alrededor, y se colocan papeles caligrafiados en cada lámpara (para evitar que se apague la vela) dando la bienvenida a los ancestros.

Del mismo modo, el último día de esta tradición las familias encienden de nuevo las antorchas y linternas en lo que se llama “okuribi” (fuego de despedida) para desearle un feliz retorno al mundo de los muertos, y agradecer su visita. Las linternas o lámparas de papel (chouchin) son pintadas con el escudo de la familia, y son transportadas hasta la tumba del difunto para indicarle el camino de regreso y que sepa reconocerlo por el emblema de la familia, a esta acción la llaman “okuribon”.

Dependiendo de la región o ciudad, este último acto se lleva a cabo de un modo diferente; por ejemplo, en Kyoto, 5 hogueras gigantes cada una con forma de un carácter “kanji”, se van encendiendo una tras otra en las laderas de las montañas alrededor de la ciudad para ayudar a los espíritus en su camino de regreso y vuelta al cielo, al mundo espiritual.

Otra espectacular y bonita costumbre en la última noche del “obon”, es el llamado “toro nagashi”, en donde la gente envía a los espíritus antepasados con una linterna de papel, iluminada por una luz en el interior y flotando en un río o en el mar; esta costumbre consiste en hacer barcos de papel, con una vela dentro, que es encendida justo antes de ponerlos a flote sobre la corriente de un río o en el mar, para que se lo lleva lentamente, simbolizando una guía que ayuda a los espíritus a volver al otro mundo.

Esta costumbre puede celebrarse también en otros momentos del año, por ejemplo, para conmemorar las víctimas de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Muchas de las lámparas, llevan inscripciones con buenos deseos y también símbolos de Paz.

La verdad, debe ser algo bastante mágico, contemplar en la noche, un rio o las orillas del mar con cientos de lámparas de papel teñidas del color anaranjado de las llamas que llevan en su interior; una atmosfera especial y muy emotiva, bastante conmovedora.