Ya he comentado en otra ocasión el sumo respeto que tienen y sienten los japoneses por sus ancestros. Dependiendo de las regiones del país, el “obon” se celebra bien a mediados de julio (según calendario lunar) o a mediados de agosto (según calendario solar); así por ejemplo, mientras en Okinawa o en algunas zonas de Tokio, el “obon” se celebra alrededor del 15 de julio; en Kyoto y el resto de Japón sobre el 16 de agosto. El “obon” no es una fiesta nacional japonesa, pero si una de las tradiciones más importantes para los japoneses, una fiesta y periodo para rendir tributo y oración por el eterno descanso de las almas de los difuntos y antepasados, para agradecer por todo lo que hicieron por nosotros. Buscando una similitud con nuestras tradiciones, sería como nuestro día de "Todos los Santos".
Es una tradición que se empezó a celebrar desde principios del s.VII a.c., en la que se dice que los que están en el otro mundo, “vuelven” para reunirse unos días con sus familiares. Los japoneses creen que durante estos días, los espíritus de sus ancestros regresan a sus casas, a sus orígenes para reunirse con sus seres queridos durante esta conmemoración. A pesar del carácter de la tradición, no tiene nada de triste, al contrario, es una buena oportunidad para reunirse toda la familia desde distintas partes del país, es un periodo importante para las familias, porque permite reunirse y reencontrarse. Con tal motivo esta tradición es aprovechada por muchos japoneses para tomarse una semana de vacaciones para reunirse con sus familias y regresar a los lugares de origen.
Durante esos días la gente limpia sus casas, así como las tumbas de sus ancestros, colocan flores y derraman agua sobre ellas en una pequeña ceremonia denominada “haka mairi” y preparan los altares o “butsudan” para agasajar y rendir tributo a los espíritus de sus familias. Muchas familias cuentan con un pequeño “butsudan” en sus casas, sino lo tienen se prepara para esa fecha especial. En el se coloca la imagen de Buda, el emblema o escudo de la familia, los “ihai” unas tablitas rojas escritas con el nombre de cada “ausente” y diversas ofrendas: hojas de árboles secas o colgadas, plantas, flores, velas, un “kamidana” (pequeño santuario sintoísta), manzanas u otras frutas, bambú, incienso, miso, una campana, etc.
Durante el “obon”, el aire en las casas y los cementerios se llenan con el olor de las ofrendas de incienso llamado “osenko” Después que la familia ha visitado el cementerio, para “saludar” a sus antepasados, se coloca ofrendas de comida en el altar de las casas o “butsudan”, como por ejemplo bolas de arroz, arroz crudo, flores de loto, berenjenas, calabacín. En algunos altares aparecen los calabacines y berenjenas con palillos semejando las patas de un caballo y una vaca, respectivamente. Según la creencia, se dice que los antepasados llegaban montados en caballo porque quieren ”verse” cuanto antes con sus familiares, y cuando se van lo hacen montados en una vaca, despacio, como lamentándose tener que despedirse hasta el año siguiente. Otra de las cosas que se dicen es que los espíritus vuelven montados sobre el caballo y los “regalos” los llevan las vacas. Hay que recordar que estamos en presencia de nuestros antepasados así que la familia y los invitados deben de comer y celebrar frente al “butsudan” y no en la cocina o lejos del altar. Así mismo, hay que tratar de recordar la vida y acciones de nuestros antepasados; hay que evitar suspirar, hablar de otras personas o hablar de dinero. Por el contrario, hay que agradecer a nuestros antepasados por todas las bendiciones y protección recibidas.
También durante el “obon” se celebran otras costumbres típicas de esta fiesta, como es el “bon odori”, un baile tradicional japonés. El tipo de danza puede variar según la región. Las mujeres y hombres visten con el “yukata” (kimono de verano) y bailan sobre una tarima, donde se toca la música con los tambores “taikos” y música tradicional. La música es alegre para dar la bienvenida a los ancestros, cualquiera puede participar en la danza, sólo hace falta una sonrisa y mirar como lo hacen los demás, siguiendo sus pasos.
Según la tradición, la luz es el elemento que utilizan para guiar el camino de los espíritus para su seguro regreso a casa. Un elemento fundamental e muy importante, es la colocación bien en los interiores y exteriores de las casas de farolillos o linternas de papel llamadas “chouchin”; en otras regiones de Japón las linternas o “chouchin”, son sustituidas por una antorcha de fuego, normalmente de pino o pequeñas hogueras de hojas de cáñamo. Estas antorchas, hogueras y encendido de las linternas se denominan “mukaebi” (fuego de bienvenida o saludo). En algunos cementerios de Japón se encienden velas dentro de las lámparas de piedra que hay alrededor, y se colocan papeles caligrafiados en cada lámpara (para evitar que se apague la vela) dando la bienvenida a los ancestros.
Del mismo modo, el último día de esta tradición las familias encienden de nuevo las antorchas y linternas en lo que se llama “okuribi” (fuego de despedida) para desearle un feliz retorno al mundo de los muertos, y agradecer su visita. Las linternas o lámparas de papel (chouchin) son pintadas con el escudo de la familia, y son transportadas hasta la tumba del difunto para indicarle el camino de regreso y que sepa reconocerlo por el emblema de la familia, a esta acción la llaman “okuribon”.
Dependiendo de la región o ciudad, este último acto se lleva a cabo de un modo diferente; por ejemplo, en Kyoto, 5 hogueras gigantes cada una con forma de un carácter “kanji”, se van encendiendo una tras otra en las laderas de las montañas alrededor de la ciudad para ayudar a los espíritus en su camino de regreso y vuelta al cielo, al mundo espiritual.
Otra espectacular y bonita costumbre en la última noche del “obon”, es el llamado “toro nagashi”, en donde la gente envía a los espíritus antepasados con una linterna de papel, iluminada por una luz en el interior y flotando en un río o en el mar; esta costumbre consiste en hacer barcos de papel, con una vela dentro, que es encendida justo antes de ponerlos a flote sobre la corriente de un río o en el mar, para que se lo lleva lentamente, simbolizando una guía que ayuda a los espíritus a volver al otro mundo.
Esta costumbre puede celebrarse también en otros momentos del año, por ejemplo, para conmemorar las víctimas de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Muchas de las lámparas, llevan inscripciones con buenos deseos y también símbolos de Paz.
La verdad, debe ser algo bastante mágico, contemplar en la noche, un rio o las orillas del mar con cientos de lámparas de papel teñidas del color anaranjado de las llamas que llevan en su interior; una atmosfera especial y muy emotiva, bastante conmovedora.
La Escuela Enshu de Ikebana, con el Curso Intensivo de Verano, ha finalizado el Curso 2010/11. Algo más de diez meses, desde septiembre del 2010, en donde hemos seguido perfeccionando los diferentes estilos de ikebanas, diez meses donde hemos continuado adquiriendo más y nuevos conocimientos sobre el ikebana, y en definitiva sobre Japón y su increible arte y cultura.
Los ikebanas que a continuación os muestro, pertenecen a los elaborados por las alumnas en el Curso Intensivo de Verano. Son de estilo "feeling" o composición poética y aunque el material utilizado es igual en todos (farolillo chino o physalis, hiedra y crisantemo mini), cada uno es diferente al otro. Cada persona siente, crea y muestra de modo diferente, sentimientos que se reflejan en los diferentes ikebanas; de ahí que no haya dos ikebanas iguales. Los ikebanas que se han elaborado durante el curso de verano han sido de estilo "moribana", "moribana oblicuo" y "feeling".
En este curso, los ikebanas que he realizado, han sido en su mayoría de estilo "shin shoka"; posiblemente, el estilo que más me gusta. A continuación os dejo con una pequeña selección de los más de treinta ikebanas de los diferentes estilos, elaborados a lo largo de este curso. De arriba a abajo y en primer lugar, un ikebana de estilo "moribana" con ramas de olmo, lilium y camelia; a continuación un "nagueire" con limonium blanco y malva, rama de boj y crisantemos (tipo margaritas), seguido de un "feeling" con colas de zorro o eremerus, sauce tortuoso y hoja de xanadú.
Por último, algunos de los ikebanas de estilo "shin shoka" creados en estos meses de curso. El primero compuesto por ramas de sauce tortuoso, brassica o col ornamental, crisantemos y eucalipto. En segundo lugar, "shin shoka" con ramas de melaleuca, ranúnculo y mimosas. Un tercero con hojas de formio, guindillas, crisantemos y bambú. Por último y en mi humilde opinión, uno de los más bonitos por su sencillez, elegancia y armonía, un estilizado "shin shoka" con steel grass, hiedra y calas.
Os espero el curso que viene; hasta pronto.
¡Feliz verano!
Hoy 7 de julio se celebra en Pamplona (Navarra), una de las fiestas populares, posiblemente más internacionales de las que se celebran en España; sin duda me refiero a los San Fermines. Del mismo modo, en este día, también se celebra en Japón el "tanabata", una de las fiestas más señaladas del calendario japonés, también conocida como la Fiesta de las Estrellas.
En este día y principalmente durante la noche, se produce el encuentro de las estrellas “Vega” y “Altair”, separadas por la Vía Láctea durante el resto del año. Como tantas otras cosas en este país, las raíces de esta fiesta y costumbre, se hallan en una antigua leyenda amorosa entre la princesa hilandera “Orihime” (Vega), hija del rey del Cielo, y el pastor “Hikoboshi” (Altair), condenados a guardar su amor para los escasos momentos de la noche del séptimo día del séptimo mes del calendario lunar, cuando se les permite cruzar la Vía Láctea (“amanogawa” o río del cielo) para reunirse.
Para que se efectúe el encuentro se forma sobre la Vía Láctea un puente constituido por unas urracas a fin de permitir que los dos amantes puedan cruzar y estar nuevamente juntos. Dicen que cuando los amantes se reúnen, les provoca tanta felicidad que conceden deseos a todos aquellos quienes los pidan.
La fiesta se institucionaliza durante el reinado de la emperatriz Kouken, alrededor del año 750. Durante la era de Edo (1600-1868) el gobierno feudal decretó la celebración de “Tanabata” como una de las cinco festividades principales de Japón y así se popularizó una fiesta que ya celebraba la corte imperial en Kioto. Se celebra el 7 de julio de cada año y corresponde a la cuarta de las cinco festividades estacionales o “gosekku”, siendo celebrada en la séptima noche de la séptima luna. Es importante recordar ciertas variaciones que sufre esta fiesta según la ubicación.
Con respecto a la fecha algunas áreas celebran el “Tanabata” el 7 de agosto porque está más cercano al séptimo día del séptimo mes del calendario lunar tradicional. Bajo esta fecha se encuentra como la más famosa, la ciudad de Sendai en la prefectura de Miyagi, últimamente convertida en la triste protagonista de la tragedia del Japón, por ser una de las ciudades arrasadas por el terremoto y tsunami del pasado 11 de marzo. Entre el 6 y 8 de agosto, en esta población se podían llegar a ver más de 3000 palos y ramas de bambú que decoraban ambos lados de las calles de la ciudad.
Como es tradicional en las fiestas y costumbres niponas, no faltan los motivos decorativos para la ocasión. Lo más tradicional y típico de esta fiesta es adornar con ramas de bambú. El bambú es una planta muy ligada a la cultura japonesa; también muy utilizada en el ikebana.
En alguna ocasión hemos hablado de su significado: la fidelidad, la constancia, la pureza, la honestidad…. En las casas y calles pueden encontrarse colgados de las ramas de bambú, los “tanzaku”, franjas y tiras de papel de variados colores, en donde se hallan escritos los deseos de cada persona, deseos escritos que pueden tener relación con la salud, éxito, amor.
Antiguamente, se pedía en esta noche deseos para que el campo produjese buenas cosechas y proporcionase buenos alimentos, que no faltara la lluvia; los tiempos han cambiado y ahora también se piden deseos para uno mismo, para un familiar, para un amigo, por una situación laboral, por la salud; cualquier deseo es válido.
Algunas personas, los más románticos, simplemente piden que esa noche no llueva y así los dos amantes puedan encontrarse. Los lugares predilectos para instalar estos arreglos pueden encontrarse tanto en los jardines como en los lugares visibles como por ejemplo en las puertas y entradas de las casas.
Las calles también se decoran con grandes adornos de papel, enormes serpentinas que imitan y representan los hilos tejidos por la Princesa “Orihime” y a las estrellas de la Vía Láctea donde los amantes de la leyenda vivieron. Se organizan desfiles, se instalan ferias y por la noche se hacen fuegos artificiales. La vestimenta incluye el uso de yukata en vez del kimono, por ser mucho más ligero y adecuado para la estación veraniega.
Desde la era Edo (1603-1868) se empezó a adornar los árboles de bambú. Antiguamente las franjas de papel eran de cinco colores (rojo, verde, amarillo, blanco y negro) porque representan los 5 elementos (fuego, madera, tierra, metal y agua, respectivamente), se escribían y dedicaban poemas que halagaban a los amantes y las cañas de bambú recién cortadas eran puestas en los tejados de las casas. Acabada la fiesta se recogían y se arrojaban al río más cercano.
Cuando ha llegado el final de esta celebración por tradición las ramas de bambú junto a las peticiones se dejan en los ríos con la intención de que lleguen al río celestial de la Vía Láctea a fin de que sean contestadas y que los deseos se hagan realidad.
Prácticamente, todo el mundo conoce el bambú. El bambú es un verdadero regalo de la naturaleza para el ser humano ya que sus propiedades, beneficios y aplicaciones son realmente casi incontables. Esta milenaria planta se ha utilizaba desde tiempos remotos para la caza, pesca, utensilios domésticos, o musicales y ahora se ha implantado en muchos hogares occidentales como adorno. Durante siglos, el bambú ha fascinado a los amantes de las plantas y a los devotos de la artesanía.
En ninguna parte, es el bambú, utilizado con más elegancia y distinción como en Japón. Aquí se le conoce como “take”. Su presencia afecta a cada parte de la vida diaria: el arte, la artesanía, el diseño, la literatura, incluso a la gastronomía. El uso ilimitado de este versátil material, da vida a bellos diseños textiles, decora interiores, restaurantes, adorna en las festividades; desde los más elegantes y refinados, a los más humildes. El bambú luce en el jardín y el hogar, en los accesorios preciados de la ceremonia del té o en los ikebanas, bien en forma de delicado recipiente o como parte de las flores utilizadas; también en un sinfín de artesanías, desde cestas, cuencos y útiles para la cocina, cometas de colores y muñecos; o como decoración en diferentes festividades niponas, como en la celebración del Año Nuevo. En esta ocasión, se incluye dentro de la combinación decorativa llamada “kadomatsu” (artículo de Navidades Niponas Diciembre 2010), formada por el pino (sho), el ciruelo (bai) y el mismo bambú (take). Cada uno de ellos simboliza una virtud humana; el pino: la fuerza, el ciruelo: la elegancia y resistencia y el bambú: la fidelidad y constancia. Tener espíritu de bambú, implica saber adaptarse a las circunstancias, doblarse con el viento y cuando se agacha por el peso de la nieve, esperar pacientemente a que la nieve se derrita para levantarse de nuevo. En definitiva no ser rígido, sino tan flexible como requieran los acontecimientos.
El cultivo y reproducción del bambú japonés, de por si ya es cuanto menos especial, ya que rara vez se reproduce por semillas. El tallo de bambú puede tardar muchos años en florecer, y cuando lo hace y consigue dar un fruto, todo el bambú muere. Por otra parte, esa semilla, una vez plantada puede tardar más de 6 años en ofrecer un brote, pero cuando lo hace su tallo puede alcanzar 3 metros en un mes, ya que crece a la velocidad de 6-15 centímetros diarios, pudiendo llegar a crecer 1 metro al día, lo que le ofrece una cualidad única. Durante los años transcurridos entre la siembra y el nacimiento del brote (pueden ser 7 años), la semilla del bambú desarrolla un sistema de raíces complejo y resistente, que asegurará la sostenibilidad de la planta en su madurez. Por todo esto, el cultivo del bambú se realiza a partir de tallos, que enraízan y crecen rápidamente. Una vez que la planta alcanza toda su altura y madurez y después de 6 años aproximadamente, el tallo (verde) se convierte en madera, por un proceso que se conoce como lignificación, y en este punto es cuando se suele recolectar.
De esta cualidad reproductora del bambú, nace en Japón una metáfora que compara el nacimiento del bambú con la vida de las personas; ya que explica que los largos y duros años de preparación y aprendizaje en los que parece que no pasa nada y no se avanza, en realidad sirven de base para un futuro crecimiento personal fuerte y próspero. Esta mentalidad es uno de los pilares de la filosofía japonesa.
El bambú es simple, sencillo y sin adornos; es resistente, flexible, aislante y con una gran capacidad de adaptación; por todas sus peculiaridades, el bambú puede representar la paciencia, la vitalidad y la honestidad; es símbolo de prosperidad, pureza e inocencia, atrae la abundancia para la vida o el trabajo y aleja a los malos espíritus.
Según el número de varas de bambú que coloquemos, tendrá un significado distinto, por ejemplo, 3 varas simbolizan 3 aspectos de la vida, la longevidad, la abundancia y la felicidad. Si juntamos 7 varas de bambú, estaremos atrayendo la buena salud, o si hacemos una torre atada con muchas varitas de bambú estaremos simbolizando que queremos seguir creciendo en nuestro aspecto personal o aumentando los beneficios de nuestro negocio.
En el distrito de Arashimaya, en la ciudad de Kyoto, un curioso y singular espectáculo visual y sonoro llega a ser impactante. En este lado de la ciudad, los enormes tallos de los bambúes conforman todo un bosque casi sagrado para los nipones. Cuando sopla el viento, las ráfagas de aire se cuelan entre cada una de estas plantas.
Los tallos huecos recogen el sonido del viento y como si de un concierto y representación musical se tratase, atrae cada día a miles de visitantes que asisten entusiasmados y sorprendidos, a una increíble sinfonía de la naturaleza. Este pequeño bosque, ofrece un encantador paseo a través de un sendero, brindando imágenes de sutil belleza al estilo nipón.
El bosque de bambú acompaña al visitante durante el paseo y hasta el templo Zen de Tenryu-ji, uno de los máximos exponentes del espíritu sintoísta de la ciudad que rivaliza, aún hoy con Tokio, a nivel espiritual.
La combinación de credos marcadamente relacionados con el budismo imprimió a estos lares de un profundo carácter religioso que, particularmente queda plasmado en sus jardines. Húmedos y secos, representan el paraíso para cualquier nipón. Es por eso, por lo que el ritmo de las estaciones se combina de forma magistral.
Cada época del año tiene un especial dramatismo. En otoño, por ejemplo, el bosque de bambúes que rodea al santuario, se tiñe de un color ocre extraordinario. Para cualquier habitante de esta ciudad, el jardín es imprescindible. Cada casita posee su correspondiente ‘parterre’, tanta es la vinculación entre la verde naturaleza y el espíritu.
Por eso, templos como Tenryu-ji, Entsuu o Fushimi-Inari Taisha, el más conocido de todo Japón, en una colina al Sur de Kyoto, concentran la sabiduría del País del Sol Naciente, del País del Crisantemo.
Según la tradición japonesa, a principios del mes de junio la ropa de invierno se guarda en el armario y se comienza a usar la de verano, es época del “yukata” (kimono de algodón). Esta costumbre conocida como “koromo-gae” comenzó como un acontecimiento formal en la Corte Imperial y posteriormente se extendió entre la población. Actualmente, los centros educativos y las empresas que utilizan uniforme continúan la tradición, colocándose todos en la misma fecha, el uniforme de verano.
Pero junio no solo es el mes del “koromo-gae”; a principios del verano, la mayor parte de Japón recibe la visita de una temporada de lluvias, la llamada “tsuyu”, que literalmente significa "lluvia de ciruelas", porque coincide con la temporada de la maduración de las ciruelas. La temporada del “tsuyu”, no es tan agradable como el significado de sus palabras; la temporada de lluvias en el país nipón es muy marcada y se extiende aproximadamente desde principios o mediados de junio hasta finales de julio. Cuenta la leyenda que los dragones provocan la lluvia cuando, subidos a las nubes, comienzan a pisotearlas desencadenando la precipitación.
El “sakura” (flor del cerezo) o el “momiji” (arce rojo que adquiere este característico color en otoño), no son las únicas flores u arboles que despiertan la admiración y el entusiasmo de los japoneses. Coincidiendo con el “tsuyu”, surgen y aparecen por numerosas regiones de Japón, inundando de gran colorido y brillo los parques, jardines, santuarios…., las bonitas y apreciadas hortensias o “ajisai”; la flor del mes que con sus diversos colores violeta (color original), azul, rosa y blanco, parecen estar contentas con las gotas de la lluvia que caen sin parar.
En japonés el nombre de la hortensia, “ajisai”, significa ”flor de sol morado”; un nombre precioso que para los nipones significa y representa “ el amor paciente” y la llegada del animado verano. Una flor de buen gusto, utilizada como flor ornamental en Japón desde hace varios siglos.
Todos los años, en el distrito de Bunkyo, situado en el centro de Tokio y conocido por su riqueza en flores y naturaleza, se celebran los Cinco Grandes Festivales de las Flores, que tienen como tema a las flores más representativas de cada temporada, de este modo se puede disfrutar de flores de temporada durante todo el año.
En la primavera temprana, el cerezo; en la época de las nuevas hojas, la azalea; en otoño, el crisantemo; en invierno, el ciruelo, y en la temporada de las lluvias, la hortensia son los protagonistas. En el trayecto desde el Templo Hakusan hasta el Parque Hakusan, ambos en Bunkyo, florecen unas 3.000 hortensias, brindando color y brillo a la ciudad ensombrecida por el cielo lluvioso.
Un año más, la Escuela Enshu de Ikebana, organiza su Curso Intensivo de Verano del lunes 11 al viernes 15 de julio de 2011; en horario de tarde.
Ven con nosotros y descubre el arte del ikebana, el arte floral japonés; no solo un arte decorativo y contemplativo, también un método de relajación y concentración.
Aprenderás las técnicas básicas y los principales estilos del ikebana.
Para una mayor información, la podrás encontrar en www.ikebana-enshuspain.com
¡Te esperamos!
A estas alturas, el que haya seguido y leído este blog; posiblemente, tenga la sensación al leer este nuevo artículo que ya hemos hablado de lo que es el Ikebana, su significado, su representación o la simbología del mismo; y posiblemente así sea, pero no os imagináis como este maravilloso arte puede llegar a cautivar y “enganchar” tanto; cada arreglo constituye en sí mismo un mensaje de belleza y armonía, una realización plena de natural elegancia y armonía, un bello poema lleno de naturaleza.
El arte de Ikebana no consiste solamente en la ejecución material y creación del arreglo, es esencialmente y allí la clave de su especial atractivo, una expresión espiritual y trascendente, una síntesis perfecta del universo, la unidad entre el Cielo, el Hombre y la Tierra.
Como ya hemos visto, la definición textual de Ikebana, es: "flor viva colocada", "despertar flores a la vida" o “camino de las flores”; muy lejos del significado común de arreglo floral, que puede sugerir un frío y distante dominio del hombre sobre las flores. Este arte puede resumirse en una norma: las flores son cortadas, pero no sacrificadas.
Cuando realizamos un Ikebana, lo que pretendemos principalmente es trasladar o reproducir un "trocito" de naturaleza a una base, recipiente o florero, realzando, si cabe, aún más la belleza de una rama o una flor fuera de su entorno natural, encontrándose en perfecta armonía con su nuevo ambiente, al que aporta una inédita serenidad. Para ello, al crear un Ikebana, raramente mezclamos elementos vegetales de diferentes épocas del año, es un arte que trata de extraer la belleza de la transitoriedad de las cosas, de lo efímero y está muy relacionado con los ciclos y paso de estaciones. Usar las flores propias de cada estación del año se considera un signo de respeto a la naturaleza.
Asimismo, se utilizan elementos naturales y vegetales en todos los estados de su vida: capullos cerrados o a punto de abrir, brotes, vainas de semillas, hojas dañadas, flores abiertas en pleno esplendor o el liquen de una rama, son elementos que reflejan el cambio de las estaciones y el ciclo de la vida y la muerte. Una gran parte del simbolismo floral de Ikebana deriva del principio de que mientras que las plantas cambian con las estaciones, su cualidad innata permanece constante.
Sin duda, el Ikebana es una expresión espiritual, filosófica y artística; así, una rama con brotes, un pequeño capullo o una flor se puede relacionar y convertir en el corazón y sentimiento de un poeta, en este caso en el corazón del “artista-ikebanaka”: ¿estará triste?, ¿alegre?, ¿solitario?, ¿desilusionado?, ¿esperanzado?, ¿estará doblada por la edad o por los fuertes vientos?, ¿o será delicada y tierna como una dulce sonrisa?. Al mismo tiempo, es vista con los ojos del artista; el contraste de luz y sombra, la posición más bella, el color de línea, la proporción y volumen. Para esto, se requiere llegar a tener comunicación con la flor, la rama, en una palabra, la naturaleza, o como diría el maestro ikebanaka “Sofu Teshigahara”, fundador de la Escuela Sogetsu, "yo estoy en la naturaleza, ella está en mi".
No me canso de decirlo, todo ser humano es sensible ante la belleza de la naturaleza, de las flores; éste hecho ha determinado que el arte de Ikebana, siendo netamente japonés, traspase las fronteras del País del Sol Naciente y llegue a muchos rincones del mundo, encontrando cada vez más adeptos sin distinción de raza, religión o cultura.