En el artículo anterior “Mono no aware: sensibilidad por y para la
belleza”, hablé de un concepto que hacía referencia a esa especial sensibilidad
del arte y cultura japonesa, este concepto junto a él “wabi-sabi”, estos dos términos
parecidos y ligados, hacen del mundo artístico japonés sea tan particular y
especial.
A groso modo y de manera general podríamos definir el Wabi-sabi
como un término estético japonés que describe a objetos o ambientes caracterizados
por su simpleza rústica. El wabi-sabi combina la atención a la composición del
minimalismo, con la calidez de los objetos provenientes de la naturaleza. A
través de este concepto el autor, el artista logra comunicar emociones con su
arte, bien sean las palabras, bien sean las líneas de un dibujo, el trazo de
una caligrafía o las líneas de un ikebana.
Este concepto estético que empezó a
desarrollarse a partir del budismo zen y que impregna cada valor artístico
japonés de esa capa “zen” que muchas veces es tan imposible de explicar para un
occidental. Cuando vemos una película japonesa, leemos un libro, admiramos un
ikebana, saboreamos sus platos… Todo tiene una extraña sensación que los
europeos solemos definir como “muy zen”. Las palabras wabi y sabi no se traducen fácilmente. Wabi
inicialmente refería la soledad de vivir en la naturaleza, lejos de la
sociedad, mientras que sabi significaba "frío", "flaco" o
"marchitado". Hacia el siglo XIV estos términos comenzaron a cambiar,
adquiriendo connotaciones más positivas.
Wabi ahora connota simpleza rústica, frescura o quietud, siendo
aplicable tanto a objetos naturales como hechos por el hombre, o elegancia
subestimada. También se puede referir a peculiaridades o anomalías que surgen
durante el proceso de construcción y dotan de elegancia y unicidad al objeto.
Sabi es la belleza o serenidad que aparece con la edad, cuando la vida del
objeto y su impermanencia se evidencian en su pátina y desgaste, o en cualquier
arreglo visible.
Eso es precisamente el wabi-sabi:
hacer de la imperfección, la asimetría y la menudencia el germen de la belleza.
Algunas características de la estética wabi-sabi son la asimetría, aspereza,
sencillez o ingenuidad, modestia e intimidad, y sugiere además un proceso
natural. Es algo tan diferente de nuestra concepción de lo hermoso que es
complicado de entender para nosotros, que nos regimos por la idea de perfección
y belleza de los griegos.
Esta corriente japonesa estética y de comprensión del mundo se basa en la
fugacidad e impermanencia. Para los japoneses, la idea de belleza radica
en lo hermosamente imperfecto; esa piedra tan impura, con diferentes tonalidades
de grises y cuya forma dista mucho de ser el círculo perfecto, esa rama tronchada
o ese capullo que comienza a florecer.
Por ello este concepto alcanza su mayor esplendor en las numerosas
artes japonesas que durante los últimos milenios se han visto influidas por el
Zen, especialmente en cuanto a la aceptación y contemplación de la
imperfección, el fluir constante y la impermanencia de todas las cosas. Artes más conocidas en occidente, como la ceremonia
del té japonés o “sado”: decoración austera, movimientos lentos y silencio, el haiku,
los jardines zen, las ceremonias en las artes marciales, la presentación en la
gastronomía japonesa, Honkyoku (música tradicional para shakuhachi de los
monjes Zen), alfarería japonesa (Hagi ware) y por supuesto en el arte del
ikebana, con la sencillez de sus líneas y elementos, logrando ese equilibrio y
armonía que lo caracteriza.
Así definen Wabi-sabi, reconocidos escritores y diseñadores:
Según el diseñador Leonard Koren, autor del libro Wabi-Sabi:
for Artists, Designers, Poets and Philosophers, se refiere a aquella belleza
imperfecta, impermanente e incompleta.
Andrew Juniper escritor afirma que: Si un objeto o expresión
puede provocar en nosotros una sensación de serena melancolía y anhelo
espiritual, entonces dicho objeto puede considerarse wabi-sabi.
Richard R. Powell lo resume diciendo que: Ello (el
wabi-sabi) cultiva todo lo que es auténtico reconociendo tres sencillas realidades:
nada dura, nada está completado y nada es perfecto.
La
sensación de ver la belleza en la imperfección es el wabi-sabi. Es la
austeridad hecha felicidad. Sería como un pobre dichoso, una persona que no
tiene nada de valor por fuera pero en su interior esconde un valor supremo.