Ikebana es algo más, mucho más que simplemente poner y colocar unas bonitas flores en un recipiente con un gran resultado estético y decorativo.
El ikebana siempre ha sido considerado, incluso una vez perdidas las connotaciones religiosas que lo hicieron surgir, un arte del que emerge el respeto por la naturaleza, la admiración hacia la belleza e incluso la reflexión acerca del paso del tiempo, al ser un arte especialmente efímero; tan efímero como la vida.
Su corazón es la belleza que resulta de las combinaciones de una serie de aspectos y factores que trataremos a continuación. Por lo tanto, el Arte del Ikebana es mucho más que una simple decoración efectuada con ramas y flores; ikebana es una expresión creativa dentro de ciertas reglas de construcción. Es una forma de arte disciplinado en el que el acuerdo estético se hace con un ser vivo (las flores y plantas), por lo que naturaleza y humanidad deben aunarse en conjunto en todo sentido armónico. El contexto del mismo, está inmerso en una filosofía cuya premisa es desarrollar una cercanía con la naturaleza. Lo que distingue al Ikebana de otros enfoques, tales como simples “arreglos florales” es su forma asimétrica y el uso del espacio vacío como una característica esencial de la composición.
Ikebana es una disciplina que no fija la vista únicamente en la forma o color de las flores, sino que tiene en cuenta otros factores, además de todos los aspectos de las plantas y flores como el tallo, las hojas, la correcta disposición… La relación entre los materiales, el estilo de los arreglos, el tamaño, la forma, la textura, el volumen y el color del recipiente, la organización de los diferentes elementos, las líneas elegantes, el lugar y la ocasión para su presentación son todos ellos factores y aspectos importantes a la hora de crear un ikebana; es un todo donde debe de regir un buen y gran sentido de la armonía.
En Japón, los arreglos decoran las casas durante todo el año; hay materiales específicos asociados con fiestas y ocasiones especiales. Así por ejemplo, para Año Nuevo se utiliza el pino, el cual simboliza la eternidad, va acompañado tradicionalmente por el bambú, que simboliza la flexibilidad de la juventud y por ramas de albaricoquero en flor, que dan la serenidad de la edad madura. Para la Fiesta de las Muñecas (Hina Matsuri), también conocida como Fiesta de las Niñas, junto con las muñecas tradicionales se exponen ramas de melocotonero en flor. El iris que simboliza la masculinidad, luce durante el Día de los Niños. El bambú es parte fundamental en las decoraciones de “Tanabata”, la Fiesta de las Estrellas y la eulalia o “susuki”, típica del otoño, se emplea tradicionalmente cuando la gente se reúne para ver la luna de septiembre en el “Tsukimi”.
En principio, cualquier objeto con capacidad, nos podría servir como un recipiente. Tradicionalmente se ha usado recipientes de bronce y floreros de cerámica, objetos laqueados, secciones de bambú y hasta calabazas secas. Sin embargo, el recipiente no sólo sirve para poner los materiales, también se considera como parte integral del arreglo floral.
Por ejemplo, si creamos un ikebana de estilo “moribana”, usaremos un recipiente ancho y poco profundo, el empleo sutil de la superficie del agua, su reflejo y la impresión de frescura que puede producir en verano, juega un papel importante en el éxito del arreglo. Los recipientes de acero inoxidable, cristal u otros materiales sintéticos son más comunes en el ikebana moderno, pero cuando se hace un arreglo floral en un florero de cristal transparente deberá tenerse mucho cuidado con la parte del arreglo visible que queda dentro del recipiente. Cuando se use un florero alto deberá evitarse que los materiales ocupen toda la boca. Cualquiera que sea el tipo de recipiente que uno use, la base del arreglo deberá estar bien ordenada y concentrada.
A tener en cuenta también, es el lugar donde colocaremos nuestro ikebana; en este caso necesitamos un espacio adecuado, no por tamaño, sino porque las ramas y flores que componen nuestro ikebana, necesitan respirar. No es aconsejable colocar una composición de este tipo en medio de una decoración cargada en la que se pierden las líneas y la simplicidad de los elementos. Recordemos que el modo de contemplar un ikebana es siempre de frente, por ello un fondo liso realzará la belleza de cualquier ikebana. En la casa tradicional japonesa, el ikebana se coloca en un “tokonoma”, una especie de altar, un pequeño espacio elevado sobre un “washitsu”, una habitación tradicional de estilo japonés con piso de “tatami”, en donde se cuelgan rollos desplegables decorativos con pinturas o caligrafías.
Los elementos empleados en la elaboración de un arreglo floral tienen que ser de origen orgánico. Hay que tener en cuenta que el ikebana es un arte minimalista. No es tan importante la cantidad, colorido o exuberancia de la composición como que quede expresa la intención del artista.
Uno debe comprender que la forma en que aparecen las flores y ramas en su estado natural es el punto de partida de cualquier arreglo floral. Una vez cortadas y alejadas de la naturaleza, las flores y ramas se convierten en materiales de una composición con su carácter propio único. Cuando se examinan los materiales debe tenerse en cuenta el conjunto y no los detalles cautivadores. Con las camelias, por ejemplo, es la rama completa, y especialmente las hojas, las que son más importantes, no las flores, que pueden ser retiradas de su posición natural y colocadas en un lugar donde puedan ser más efectivas para el diseño general.
El dobladura puede dar a las ramas una curvatura agradable, pero también puede servir para enderezar ramas curvadas. La extracción de detalles superfluos es una habilidad esencial, y el recortar las ramas debería tener como finalidad realzar la belleza de la línea. La extracción de algunas flores de ramas de cerezo, ciruelo o melocotonero sirve no sólo para revelar la línea, sino también para resaltar la belleza de las flores que permanecen en las ramas.
Todos los materiales naturales pueden usarse como línea, superficie, color o masa. Una hoja grande, por ejemplo, tiene una superficie poderosa, pero también se puede mostrar de perfil para servir como una línea. Todas las flores poseen una cara que se orienta en un sentido específico. Al colocar la flor, uno debe considerar si va a mostrarla mirando hacia delante, de perfil o dando la espalda al observador. Las flores se usan habitualmente con sus hojas, pero las hojas de un lirio o narciso se separan a menudo del tallo, se colocan en grupos más agradables, y luego se reúnen con la flor para dar una apariencia que es a la vez natural y efectiva como elemento de la composición.
Otro factor y aspecto importante cuando creamos un ikebana es el aspecto espiritual. Cuando practicamos ikebana, hemos de convertirnos en silencio y formar parte del conjunto. Ya hemos comentado que el ikebana nos ayuda a vivir “en el momento”, nos ayuda a apreciar las cosas en la naturaleza que previamente, bien nos habían parecido insignificantes y simplemente o no nos habíamos percatado de ellas. En el ambiente donde realicemos ikebana, debe mantenerse una rigurosa vigilancia del orden, de la limpieza, del silencio y de la quietud, pues en su origen, el recinto donde se hacían los arreglos florales era sagrado, concepto que se mantiene hasta hoy. Por más simple que sea el recinto, éste queda consagrado a través del arreglo floral, si éste se hace con «verdadero espíritu». Debe evitarse cada ruido innecesario, cada movimiento brusco, y las plantas y herramientas deben manipularse en un silencio casi absoluto, toda agitación está prohibida. Prestaremos atención al corazón de la flor para tratarla y tocarla de forma correcta.
La concentración es una condición indispensable para disponer las flores con calma interior. Aprenderemos a ser humildes y aceptar cuantas veces fuera necesario los fallos cometidos en el trabajo realizado, de este modo, aprenderemos a tomar conciencia de nuestros errores. Lo cierto es que uno llega a ser más paciente y tolerante de las diferencias, no sólo en la naturaleza, sino de manera más general en otras personas. Ikebana puede inspirar a identificar con la belleza en todas las formas de arte, la pintura, la música, la escultura…..; y esperar siempre lo mejor de uno mismo y de los demás.
En este caótico mundo y situación en que vivimos actualmente, lleno de sobresaltos y situaciones difíciles y complicadas, pendientes de lo inmediato, rehenes de un desorden de prioridades constante, hallar un camino como el que plantea el ikebana, es realmente una oportunidad de sosiego, de pausa, de disfrute con la armonía y de reencuentro con uno mismo. Crear, liberar, saborear los momentos íntimos y poder aportar algo a nuestro entorno, incrementa ese bienestar espiritual, de modo que se vuelve un círculo vicioso pero saludable por el que vale la pena transitar.
La concentración es una condición indispensable para disponer las flores con calma interior. Aprenderemos a ser humildes y aceptar cuantas veces fuera necesario los fallos cometidos en el trabajo realizado, de este modo, aprenderemos a tomar conciencia de nuestros errores. Lo cierto es que uno llega a ser más paciente y tolerante de las diferencias, no sólo en la naturaleza, sino de manera más general en otras personas. Ikebana puede inspirar a identificar con la belleza en todas las formas de arte, la pintura, la música, la escultura…..; y esperar siempre lo mejor de uno mismo y de los demás.
En este caótico mundo y situación en que vivimos actualmente, lleno de sobresaltos y situaciones difíciles y complicadas, pendientes de lo inmediato, rehenes de un desorden de prioridades constante, hallar un camino como el que plantea el ikebana, es realmente una oportunidad de sosiego, de pausa, de disfrute con la armonía y de reencuentro con uno mismo. Crear, liberar, saborear los momentos íntimos y poder aportar algo a nuestro entorno, incrementa ese bienestar espiritual, de modo que se vuelve un círculo vicioso pero saludable por el que vale la pena transitar.