Desde los últimos días de febrero y primeros días de marzo, con el principio de la floración de los ciruelos, y hasta finales de mayo, cuando los últimos pétalos de los cerezos en flor caen al suelo, la primavera marcará un momento de renacimiento y de celebración de la naturaleza para y por el pueblo nipón.
En Japón, uno de los signos de que el invierno está llegando a su fin es precisamente el florecimiento de los ciruelos o “ume”. Se trata de un acontecimiento no menos esperado que el florecimiento de los cerezos, “sakura” y al igual que el acto tradicional de contemplar los “sakura” se llama “hanami”, contemplar los ciruelos en flor, se conoce como “umemi”. El árbol del “ume” florece al final del invierno, normalmente y aproximadamente a finales de febrero. El color de sus flores va desde el blanco, pasando por el rosa, hasta el rojo intenso.
Este templo, está dedicado a la figura de “Sugawara Michizane”, erudito y político que fue injustamente exiliado a la isla de “Kyûshu” por sus rivales políticos del clan “Fujiwara”. Después de su muerte, se atribuyeron toda una serie de desastres a su espíritu vengativo, y se construyeron templos en su honor para apagar su rabia. Cuenta la leyenda que el ciruelo era su árbol preferido; de hecho se dice que un árbol, denominado “tobiume” o ciruelo volador, lo siguió desde Kioto hasta su exilio, motivo por el que este árbol suele encontrarse en los templos dedicados a su figura; en “Kitano Tenmangu” hay cerca de 2000. Una de las cosas que más le gustaban en la vida era ver florecer los ciruelos.
También es una fecha especial en el “hanamachi” o barrio de geishas de “Kamishichiken” (el distrito de geishas más antiguo de todo Kioto), donde las geishas y “maikos” o aprendices de geishas, acuden a el templo y efectúan unas ofrendas a los dioses del santuario, llamadas “kodate” que consisten en granos de arroz y flores de ciruelo.
Asimismo, celebran a diferentes horas, multitudinarias ceremonias de té al aire libre abiertas a todos los visitantes, llamadas “nodate”. Las geishas y “maikos, ofrecen té y “wagashi”, un dulce tradicional japonés que se sirve a menudo con el té y elaborado principalmente con “mochi” (pastel de arroz glutinoso), “anko” (pasta endulzada de judías azuki) y fruta; todo ello, bajo el espectáculo de los ciruelos en flor.
El Festival de los Ciruelos se ha celebrado el mismo día desde el año 987, y la ceremonia multitudinaria del té, tiene lugar desde 1952.
Como curiosidad, desde mediados de febrero hasta mediados de marzo, el patio de ciruelos del extremo sudoeste del santuario abre sus puertas para que todos los visitantes puedan disfrutar de la belleza de los ciruelos en flor.
La primavera en Japón es sinónimo de flores, que se abren bajo un cielo de arco iris en un estallido de colores y formas. La floración de camelias, iris, flores de loto y mostazas es particularmente profusa. En todas partes, se celebran festivales en honor a las flores.
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