A estas alturas, el que haya seguido y leído este blog; posiblemente, tenga la sensación al leer este nuevo artículo que ya hemos hablado de lo que es el Ikebana, su significado, su representación o la simbología del mismo; y posiblemente así sea, pero no os imagináis como este maravilloso arte puede llegar a cautivar y “enganchar” tanto; cada arreglo constituye en sí mismo un mensaje de belleza y armonía, una realización plena de natural elegancia y armonía, un bello poema lleno de naturaleza.
El arte de Ikebana no consiste solamente en la ejecución material y creación del arreglo, es esencialmente y allí la clave de su especial atractivo, una expresión espiritual y trascendente, una síntesis perfecta del universo, la unidad entre el Cielo, el Hombre y la Tierra.
Como ya hemos visto, la definición textual de Ikebana, es: "flor viva colocada", "despertar flores a la vida" o “camino de las flores”; muy lejos del significado común de arreglo floral, que puede sugerir un frío y distante dominio del hombre sobre las flores. Este arte puede resumirse en una norma: las flores son cortadas, pero no sacrificadas.
Cuando realizamos un Ikebana, lo que pretendemos principalmente es trasladar o reproducir un "trocito" de naturaleza a una base, recipiente o florero, realzando, si cabe, aún más la belleza de una rama o una flor fuera de su entorno natural, encontrándose en perfecta armonía con su nuevo ambiente, al que aporta una inédita serenidad. Para ello, al crear un Ikebana, raramente mezclamos elementos vegetales de diferentes épocas del año, es un arte que trata de extraer la belleza de la transitoriedad de las cosas, de lo efímero y está muy relacionado con los ciclos y paso de estaciones. Usar las flores propias de cada estación del año se considera un signo de respeto a la naturaleza.
Asimismo, se utilizan elementos naturales y vegetales en todos los estados de su vida: capullos cerrados o a punto de abrir, brotes, vainas de semillas, hojas dañadas, flores abiertas en pleno esplendor o el liquen de una rama, son elementos que reflejan el cambio de las estaciones y el ciclo de la vida y la muerte. Una gran parte del simbolismo floral de Ikebana deriva del principio de que mientras que las plantas cambian con las estaciones, su cualidad innata permanece constante.
Sin duda, el Ikebana es una expresión espiritual, filosófica y artística; así, una rama con brotes, un pequeño capullo o una flor se puede relacionar y convertir en el corazón y sentimiento de un poeta, en este caso en el corazón del “artista-ikebanaka”: ¿estará triste?, ¿alegre?, ¿solitario?, ¿desilusionado?, ¿esperanzado?, ¿estará doblada por la edad o por los fuertes vientos?, ¿o será delicada y tierna como una dulce sonrisa?. Al mismo tiempo, es vista con los ojos del artista; el contraste de luz y sombra, la posición más bella, el color de línea, la proporción y volumen. Para esto, se requiere llegar a tener comunicación con la flor, la rama, en una palabra, la naturaleza, o como diría el maestro ikebanaka “Sofu Teshigahara”, fundador de la Escuela Sogetsu, "yo estoy en la naturaleza, ella está en mi".
No me canso de decirlo, todo ser humano es sensible ante la belleza de la naturaleza, de las flores; éste hecho ha determinado que el arte de Ikebana, siendo netamente japonés, traspase las fronteras del País del Sol Naciente y llegue a muchos rincones del mundo, encontrando cada vez más adeptos sin distinción de raza, religión o cultura.
El arte de Ikebana no consiste solamente en la ejecución material y creación del arreglo, es esencialmente y allí la clave de su especial atractivo, una expresión espiritual y trascendente, una síntesis perfecta del universo, la unidad entre el Cielo, el Hombre y la Tierra.
Como ya hemos visto, la definición textual de Ikebana, es: "flor viva colocada", "despertar flores a la vida" o “camino de las flores”; muy lejos del significado común de arreglo floral, que puede sugerir un frío y distante dominio del hombre sobre las flores. Este arte puede resumirse en una norma: las flores son cortadas, pero no sacrificadas.
Cuando realizamos un Ikebana, lo que pretendemos principalmente es trasladar o reproducir un "trocito" de naturaleza a una base, recipiente o florero, realzando, si cabe, aún más la belleza de una rama o una flor fuera de su entorno natural, encontrándose en perfecta armonía con su nuevo ambiente, al que aporta una inédita serenidad. Para ello, al crear un Ikebana, raramente mezclamos elementos vegetales de diferentes épocas del año, es un arte que trata de extraer la belleza de la transitoriedad de las cosas, de lo efímero y está muy relacionado con los ciclos y paso de estaciones. Usar las flores propias de cada estación del año se considera un signo de respeto a la naturaleza.
Asimismo, se utilizan elementos naturales y vegetales en todos los estados de su vida: capullos cerrados o a punto de abrir, brotes, vainas de semillas, hojas dañadas, flores abiertas en pleno esplendor o el liquen de una rama, son elementos que reflejan el cambio de las estaciones y el ciclo de la vida y la muerte. Una gran parte del simbolismo floral de Ikebana deriva del principio de que mientras que las plantas cambian con las estaciones, su cualidad innata permanece constante.
Sin duda, el Ikebana es una expresión espiritual, filosófica y artística; así, una rama con brotes, un pequeño capullo o una flor se puede relacionar y convertir en el corazón y sentimiento de un poeta, en este caso en el corazón del “artista-ikebanaka”: ¿estará triste?, ¿alegre?, ¿solitario?, ¿desilusionado?, ¿esperanzado?, ¿estará doblada por la edad o por los fuertes vientos?, ¿o será delicada y tierna como una dulce sonrisa?. Al mismo tiempo, es vista con los ojos del artista; el contraste de luz y sombra, la posición más bella, el color de línea, la proporción y volumen. Para esto, se requiere llegar a tener comunicación con la flor, la rama, en una palabra, la naturaleza, o como diría el maestro ikebanaka “Sofu Teshigahara”, fundador de la Escuela Sogetsu, "yo estoy en la naturaleza, ella está en mi".
No me canso de decirlo, todo ser humano es sensible ante la belleza de la naturaleza, de las flores; éste hecho ha determinado que el arte de Ikebana, siendo netamente japonés, traspase las fronteras del País del Sol Naciente y llegue a muchos rincones del mundo, encontrando cada vez más adeptos sin distinción de raza, religión o cultura.